viernes, 14 de junio de 2013

LA NOCHE


Es el último día de la primavera de 2011.  El cielo está azul y lleno de estrellas. Son las 4 de la mañana y me levanto a beber un vaso de agua. Me asomo a la ventana. Contemplo los brotes de las ramas del árbol frente a mi casa con los palos copados de brotecitos verdes.  Pronto estarán frondosos y espléndidos y tras mis cristales habrá un fulgor color esmeralda. Un hombre calvo vestido de gris pasa andando en medio de la calzada llevando lo que creí que era un paraguas en la mano pero es una grupo de libros unidos con un cinturón de piel. He traído a casa por la tarde cinco kilos de patatas y dos de tomates más un apio entero desde el mercado del barrio y quiero preparar algo rico mañana.  Huele a leña, a fragancia de castaño, a flores.

Casi no hay ruido, se oyen pasos, a lo lejos, el aletear de las moscas zumbando cercanas; el maullido de un gato callejero que da un paseo nocturno. Se escucha todo con claridad; no hay duda: es la noche, plena noche.

 

jueves, 13 de junio de 2013

14, Rutland Gardens


 

Esperaba a que la tetera estuviera lista, el agua caliente, hirviendo a borbotones, el té preparado, el azúcar y la leche a punto para poder disfrutar del mejor momento del día: la hora del té. Mientras tanto se asomó a la ventana y tras los cristales vio una tarde plomiza, lluviosa, una noche que prometería ser azul zafiro se convertiría en gris acero. Resignada se apretó bien el cinturón del albornoz y se sirvió el té. Quería disfrutar del momento, de su casa, de su soledad, de su seguridad en el lugar que ella más amaba, su ciudad.

La vida le había regalado el amor y la compañía de un hombre, Henry que moriría tras 11 años de relación destrozando en un instante sus deseos de permanecer con él para el resto de sus vidas y envejecer juntos.  Eso había soñado una vez, hace tanto….

Se resignó a llevar una vida tranquila, sencilla. Se esforzó por tener excelentes relaciones con sus más íntimos amigos y se empeñó en veranear con su familia todos los años en el sur de España.

Tenía un trabajo digno, gozaba de la confianza de sus jefes y compañeros y era una pieza clave y fundamental en la empresa. Sin embargo tras unos meses de malos números, la empresa cerró y dejó a todos los empleados en la calle.  Dagmar, que ya tenía 56 años, se tomó el asunto con mucha calma pensando que no hay mal que por bien no venga como toda filosofía y como ya tenía el piso pagado, sus necesidades eran mínimas: sus tés, sus infusiones de verbena y sus quesos franceses que iba a comprar dos veces al años a parís, sus vacaciones en Málaga y la comida de su gata.

En realidad su vida era un lujo al alcance de muy pocos que intentaba llevar con dignidad y sencillez.  Su vestir era siempre correcto, sencillo pero elegante, con algún toque chic como sus bolsos de marca.  Aún así, con todo ello, sentía que la vida aún le iba a dar un capítulo más y lo esperó con tranquilidad.

jueves, 12 de julio de 2012

Tarde de sábado en Alemania.


Camino por calles desiertas; cojo el primer autobús que pasa y me bajo cerca al Zoo.
La tarde es fresca y ventosa; está nublado.  No llueve todavía, aunque las nubes son grises.   La sensación de tristeza es absoluta, no acompaña el clima, me parece estar en una ciudad muerta, sin gente, sin ruido, de vez en cuando alguien pasa por delante, cruza la calle; mirada fija en la nada. La gente procura no dar la sensación de llamar la atención, no habla, no produce demasiado ruido al moverse ni tampoco se acerca demasiado, son personas que respetan el espacio personal, la distancia, la reserva., que huyen de la cercanía, que emiten rayos plateados de hielo, que no se fijan en nada ni en nadie; sus pensamientos fijos en sí mismos, retorcidos en sus propios cerebros sin salir a flote ni demostrar un atisbo de pasión. Veo una tienda abierta. Entro. Es una tienda de productos de agricultura biológica.  Compro un tarro de miel y una bolsa de tela con el logotipo de la tienda; pago a un joven rubio, espigado, con pelo largo, gafas redondas y jersey andino.  Este muchacho solo emite un ruido: el precio del tarro de miel y su voz es casi un susurro, tal vez porque evita de esa forma despertar al gato Bosque de Noruega tumbado en el mostrador o simplemente porque esa es su manera de ser.  Me da el cambio con un esbozo de sonrisa y me dice que coja una tarjeta de la tienda y en un murmullo cálido me invita muy amablemente a un próximo coloquio sobre el cultivo de hortalizas sin conservantes que se celebrará en el pueblo de Ober Ursel, en las montañas del Taunus.  Me da una pequeña tarjeta verde con la ubicación del centro. Estoy tentada de ir al coloquio, porque el cultivo de las hortalizas de forma natural me interesa y porque es una buena oportunidad para conocer el pueblo que, durante la segunda guerra mundial, fue sede de un “Dulag” (Durchganglager).  Le agradezco la oferta y me quedo con la tarjeta que guardo en el bolsillo de la chaqueta.
Salgo de la tienda y veo que las nubes van poniéndose más oscuras y parece que comenzará a llover en breve.  Lo único que alegra la tarde gris es un alto grupo de globos multicolores que flotan al final de la calle y comprendo que ya me queda poco para llegar al Zoo donde he quedado con Sylvia, no con el fin de darnos un paseo visitando animales sino porque Sylvia vive en el extrarradio y ha dejado aparcado el coche cerca.  La veo a lo lejos; ella ya está esperando, es tan puntual.!!

Decidimos andar un poco y coger el metro para ir a la zona del Römer a tomar unos vinos, en las anchas y cómodas mesas de madera del bar al que vamos muchas veces. Sylvia está feliz, me cuenta que en su nuevo trabajo, ella se encarga casi de todo pero que no le importa, que lo que realmente cuenta es que tiene un trabajo, un dinero que cobrar a fin de mes; un dinero con el que mantener su casa, su nueva vida en Neu Isenburg, en el piso que ha comprado en un edificio de 4 alturas muy cercano al aeropuerto. Su marido, Peter, que trabaja como controlador aéreo, necesita estar cerca al aeropuerto y el piso que tenían en Sachsenhausen no les venía nada bien.   Me dice que coge el teléfono, recepciona los pedidos, prepara las facturas, llama a los proveedores, hace traducciones, hasta lava las tazas del café;  y tiene tiempo dos veces por semana para ir a clases de Contabilidad para poder mejorar en el trabajo y conseguir un empleo mejor. Lo cierto es que los números le han gustado mucho desde siempre.  No me extrañaría nada que Sylvia encontrara un mejor puesto pronto.
Terminamos una segunda ronda de vinos y dejamos el bar para acercarnos a Kaufhof y comprar un regalo para Meike cuyo cumpleaños se celebra el sábado que viene.  Encontramos muchas cosas: billeteros, pañuelos, colgantes, pero nos decidimos por unos guantes de piel de color coñac y un broche de plata con piedras de colores para el abrigo.  Con los paquetes y el calorcillo interior que proporciona el vino, cogemos el metro hacia su coche.  Sylvia me llevará a la estación de Waldorf, en donde Peter, Meike y Elke me esperan para cenar en el Restaurante Croata que hay a las afueras del pueblo. Me despido de Sylvia y quedamos para vernos el próximo sábado en la cena de cumpleaños que dará Meike en su casa; allí le entregaremos sus regalitos. 

Así acabamos el sábado, un sábado entre alemanes.

miércoles, 11 de julio de 2012

CALAMARES


Vaya animal más raro, un calamar!!! Tiene un cuerpo alargado, con unas pequeña aletitas al final y una especie de cartílago central que es como un plástico transparente. La piel que lleva adherida al cuerpo es morada y negra con manchitas.  La cabeza es grande con unos ojos muy negros y unos tentáculos que aparecen por encima de la cabeza, como si fuera una cabellera gelatinosa y mojada, con ventosas redondas que se adhieren a las rocas. Una bolsita de tinta negra con el borde plata es su arma defensiva más importante, por no decir única ya que al disparar esta tinta, crea una confusión en el agua que hace que su atacante pierda de vista al bicho y éste pueda escapar raudo y veloz hacia otros horizontes. Los calamares son seres muy raros y primos hermanos de las sepias.

Lo que tiene de horroroso y feo al natural y en crudo, lo tiene de exquisito en la mesa.
Hecho con cebollita y añadiéndole la tinta, es un completo manjar. Además es una de las primeras cosas que aprendí a cocinar con mi madre, que los hacía deliciosos. No es necesario echar agua ya que tiene suficiente su propio cuerpecillo ni tampoco harina para espesar pues tiene su propia gelatina que hace que el guiso quede redondo.
Hay que lavarlos muy bien, quitarles la piel, los ojos y el cartílago central y mantener la bolsita de tinta intacta. Luego cortarlos en trocitos pequeños, escurrir el agua que puedan haber soltado y echarlos a una cazuela en donde ya estará la cebolla picadita y doradita, la cebolla de preferencia blanca y mucha. Dejar que se vayan haciendo a fuego lento, muy despacito por una media hora.  Al final echar las bolsitas de tinta. Acompañar de arroz blanco. Importante también acompañar con vino blanco de las Rías Baixas.
Mi plato preferido.

También hay una manera de comer el calamar que es muy madrileña. Se limpia muy bien pero sin partir el cuerpo, se corta en rodajas y se pasan por harina y huevo batido y se fríen en aceite muy caliente. Esto se llama calamares “a la romana”, la verdad no sé de dónde viene el nombre pero me propongo averigüarlo. Por supuesto, se ponen dentro de un trozo de pan de barra y se acompaña de una caña de cerveza.  Lo más de lo más.

En la Plaza Mayor de Madrid, se venden en todos los bares. Excelente, sano, y barato.

Kiara.


¿Por qué amo Londres?


¿Por qué amo Londres?


Llegué a Londres una tarde de sábado de enero. Llovía (la lluvia me encanta) y estaba muy nublado en los alrededores del aeropuerto de Gatwick. Aunque me vinieron a buscar, no me quedé muy bien con el camino para ir a la ciudad. Solo me miré por la ventana para ver el campo verde que rodeaba la zona (el campo inglés es una gozada).  Llegamos en poco más de media hora a la zona de Swiss Cottage (precioso barrio en línea de Metro Jubilee)  donde mis amigos tenían el apartamento que se acababan de comprar y donde me habían invitado a pasar mi primer fin de semana de estancia ya que tenía reservado a partir del segundo lunes de enero,  un “bed-sit”, es decir una habitación con derecho a cocina y baño en una casa privada. Mis amigos me llevaron a cenar esa noche al Soho (barrio chino muy cerca de Picadilly Circus) y luego estuvimos dando vueltas por la zona de la City y un poco por Regent Street y Oxford Street para hacerme una idea de la ciudad. Había mucha gente en la calle, salvo en la zona de la City que estba totalmente vacía y fantasmal. Me gustó mucho Leicester Square por la noche y me encantó el restaurante chino al que fuimos en la calle Wardour donde probé el “crispy duck” (pato crujiente, simplemente delicioso.

Al día siguiente era domingo y aunque hacía mucho frío, fuimos a Golders Green, norte de Londres donde hay una zona de grandes almacenes para comprar cosas para la casa nueva. Mis amigos compraron cortinas, pintura, brochas; yo miraba las estanterías y pensaba si algún día compraría algo así para una casa de mi propiedad. Sí, lo hice muchos años después en el Leroy Merlin y en el IKEA de Madrid y la sensación fue como revivir aquella visita a Golders Green.

Comimos en un restaurante hindú cerca a la estación Victoria y pasamos la tarde dando una vuelta por Mayfair y Belgravia, por Chelsea – (Sloane Square y llegamos andando hasta Harrods). La cantidad de parques que ví fue inmensa.

Con el paso del tiempo, fui conociendo a fondo Hyde Park, Regent’s Park y el Zoo, Green Park y sobre todo mi parque favorito que es Saint James Park, cerca del Palacio de Buckingham.  En ese parque hay pequeños lagos con patos, huele a sal, a lluvia y las nubes son de color violeta.

La mañana que llegué a mis nuevos aposentos en Maida Vale pensé que era las 9 de la mañana pero era las 7. Recogí mi maleta y mi abrigo y mis amigos me depositaron en la nueva dirección, pasando por St. John’s Wood.
La casa era grande, muy inglesa, ventilada, con una cocina espaciosa y equipada con todo lo necesario para cocinar. El cuarto de baño precioso, muy coqueto, con una bañera blanca con patas de león y con jabones con olor a lavanda.
Mi habitación era grande con una mesilla de noche, una lamparita amarilla, cortinas y cubrecama amarilla y una alfombra blanca. Parecía la habaitación de una casa campestre inglesa.  Los dueños, un matrimonio formado por un inglés y una española me parecieron muy educados y discretos.

Una de las cosas que más me gustaron de Londres era la sensación de que la reina Victoria todavía se pasea en su calesa por las calles; que toda la recuerda. También me impresionó mucho que se conservan intocables, todo lo que recuerda a Charles Dickens.

Descubrí que se puede ir andando por la orilla del río Támesis desde la Torre de Londres hasta el Big Ben y que por lo general el césped es diferente y que hay muchísimas flores durante todo el año en las ventanas de las casas. También descubrí que desde la segunda planta de los autobuses, si te colocas en la primera fila, se puede ver un estupendo paisaje de la ciudad y es emocionante. Se aprende mucho de la ciudad de esa forma, pero como más aprendí de la ciudad fue andando, que esla mejor manera de conocer una ciudad de verdad.

Como trabajaba en una empresa importadora durante el día, por la noche me apunté a clases variadas ya que había un sistema de clases nocturnas para los vecinos de la zona. En una de esas clases coincidí con una chica que era de la Isla de Tonga y nos propusimos conocer el Museo Británico. Me quedé sin habla. Nunca me imaginé que hubiera en un mismo lugar tanta belleza junta de tantos lugares diferentes y de todos los tiempos. Volví muchísimas veces sola, acompañada, con amigos, con mi hermana, con mis primos y siempre que voy a Londres no dejo de pasar aunque solo sea para ver la primera planta o comprar una postal o algún recuerdo.

Otra cosa que me gustó mucho de Londres fue la libertad. Puedes encontrar todo lo que te gusta, disfrutar de lo que prefieres, desechar lo que no quieres, elegir tus amigos, tu comida, tu ropa y hasta tu zona para vivir sin que nada ni nadie influya en ello. Nadie te cuestiona, nadie te pregunta ni de donde eres, ni a donde vas. Da igual si estudias Arqueología o Cerámica, Taquigrafía o Alemán. Solo cuenta tu decisión y nada más. Hay mucho respeto y educación y nadie pasa más allá de la barrera de la atmósfera personal que cada uno tenemos. No creo que me haya sentido mejor en ningún otro lugar,


Me encanta la calle Picadilly: es elegante, es amplia, es luminosa, es especial.
Me encanta la Catedral de Saint Paul, llena de misterios.
Me encanta Portobello Road y su mercadillo porque están es llenos de vida y sorpresas.
Me encanta la calle Cadogan creo que es la más bella del mundo, en el barrio de Chelsea.
Me encanta King´s Road porque en los 80 seguía siendo “la calle” de lo último de la moda.
Me encanta tomar el té en Fortnum & Masons aunque es un poco caro.
Me encanta el fish and chips.
Me encanta la estación Victoria.
Me encanta un pequeño restaurante indio en Vauxhal Bridge Road.
Me encanta el pub The Albert en la calle Victoria.

Sencillamente amo Londres.

Kiara.

lunes, 9 de julio de 2012

RÍO HONDO, Km. 43,200

 

Una casa, rodeada de montañas, junto a un río, en un soleado valle donde se cultiva el café, el aguacate y donde se dan unas 25 distintas variedades de rosas, desde las Sterling Silver, pasando por las rosas de té, las rojas, las amarillas y las de color malva. Un lugar con perros, muchos y bravos perros guardianes; con jaulas de guacamayos; con patos; con faisanes; con panales de abejas para recoger la miel; con un molino de viento para traer agua del subsuelo; con una piscina para el verano. Una casa con cimientos de piedra y paredes de ladrillo encaladas en blanco, con chimenea, con un interior cálido, elegante, campestre, con un precioso salón lleno de cuadros, una sala de estar con piano incluído, bar de aperitivos y una cabeza de toro con inmensas astas. Un comedor inmenso con mesa principal y mesa auxiliar para las grandes ocasiones donde se sirven deliciosas comidas en familia. Una casa llena de libros, de discos, de gente, de alegría, de música.
Bicicletas para las niñas guardadas en una despensa exterior, a buen recaudo, las niñas son lo primero. En vacaciones, las niñas llevan sus libros, hay que estudiar lo que ha quedado pendiente, preparar algún exámen, leer, cantar, tocar al piano o a la guitarra, andar, nadar, pescar plateados pececillos en el río con una cesta ad hoc.
Las niñas se divierten, están juntas, pasan muy buenos momentos. Los adultos las cuidan con cariño, con esmero, casi con pasión, les dan todo lo que tienen y más. No les pierden ojo, no salen solas, no andan solas, van de tres en fondo a todas partes, siempre juntas, unidas, compartiendolo todo, recogiendo recuerdos en la memoria que de mayores comentarán juntas: esto lo hacíamos así, esto era de aquella manera, ¿cómo llamaba a esto otro la abuela? 
Niñez, bellos recuerdos de Río Hondo.

Mis Bolsos


Pensaba el otro día en la cantidad de bolsos, monederos y neceseres que tengo. Necesito todo un armario especial para ellos. A veces pienso que no tengo tanto tiempo para usar todos los bolsos que tengo pero aún así, no dejo de mirar en la tiendas, en las rebajas, en los lugares a los que viajo y siempre pillo alguno más. De hecho, la gente que me conoce me regala un bolso, una carterita, un monedero, algo así.

Tengo bolsos y monederos de marca: Loewe, Louis Vuitton, Carolina Herrera, Lancel, Longchamps, Gucci, Missoni, TOUS, El Caballo, Dior, Givenchy, Balenciaga.

Tengo bolsos de piel: negro, beige, coñac, marrón, rojo, blanco, azul, gris, naranja.

Tengo bolsos de tela de ZARA, de Kostello, de Mulaya.

Tengo bolsos de ante: marrón, coñac,  verde césped, amatista, antracita, gris, blanco, naranja.

Tengo bolsos verdes, rosas, naranjas, grises, azules, multicolores.

Los monederos ya ni qué decir: de todos los tamaños y colores, formas y texturas.

Una vez me entretuve a pensar porqué me pueden gustar tanto, en realidad no lo sé y no tengo ni idea.
Mi hermana que es muy lista y además sabe muchísimo de psicología y de filosofía me dijo que se debe a la femineidad. Todo lo que contenga significa femineidad como bolsos, monederos, cajas, estuches, bolsillos.

Puede que este sea el significado, al menos en mi caso pero entonces, qué significa que haya mujeres a las que les encanten los collares o los anillos o los fulares o los zapatos.
¿Tendrá también un significado en psicología que desconocemos?

Sería muy interesante saber el porqué de los gustos y el origen de ellos.

Se me olvidaba también tengo múltiples cajitas. ¿Aflora mi parte femenina?

Hmmmm.