martes, 26 de junio de 2012

John Burroughs

"I am in love with this world ... it has been my home. It has been my point of outlook into the universe. I have not bruised myself against it, nor tried to use it ignobly.
I have tilled its soil, I have gathered its harvests, I have waited upon its seasons, and always have I reaped what I have sown. While I delved, I did not lose sight of the sky overhead.
I have climbed its mountains, roamed its forests, sailed its waters, crossed its deserts, felt the sting of its frosts, the oppression of its heats, the drench of its rains, the fury of its winds, and always have beauty and joy waited upon my goings and comings."
John Burroughs 
 
Aprovecho la oportunidad para poner un texto del ensayista y naturalista John Burroughs (1837-1921) que me gusta muchísimo.
 
"Estoy enamorado de este mundo...ha sido mi hogar. Ha sido mi perspectiva hacia el universo. No me he llevado heridas y le he tratado con nobleza. 
He labrado la tierra, he recogido cosechas, he esperado el paso de las estaciones y siempre he dejado que madure lo que he sembrado. Mientras he cavado, no he dejado de mirar el cielo sobre mí.
He subido sus montañas, he recorrido sus bosques, he navegado por sus aguas, cruzado sus desiertos, sentido el aguijón de su escarcha, el agobio de su calor, la humedad de sus lluvias, la furia de sus vientos y siempre ha habido belleza y alegría entre mis idas y venidas" 
Traducción de Klara Kovic. 

lunes, 25 de junio de 2012

Ahí vive Klara.


A través de amplios ventanales la luz entra de lleno y lo inunda todo.  Durante los cálidos días de verano se enciende el ventilador de aspas que suspende del techo para que circule el aire y al atardecer, la luz del sol en el ocaso tiñe las paredes de naranja y violeta.
Durante el invierno, el suave gris del cielo se escurre por detrás de las cortinas como un afilado cuchillo. 

Las paredes del salón blancas, impolutas, sostienen cuadros multicolores.  Algunos están pintados de color lavanda, suave, son flores sobre mesas, en tiestos, frutas, sandías y más flores pintadas, amarillas y blancas.  En un lateral cuelgan dos máscaras de madera traídas de Indonesia que recuerdan a viejos ídolos paganos. Asustan, dan escalofríos pero ahí están, en todo su esplendor, enmarcadas por el blanco de la pared y por encima del televisor.

Los sofás son de color naranja y están colocados en forma de L, invitan a descansar, sentarse, casi mejor tumbarse sobre ellos y emprender una buena siesta ante la perspectiva de ver aburridísimas series de televisión por las tardes.  Hay una gran cantidad de plantas: palmeras, kentias, helechos, yucas, kalanchoes, ficus, potos, repartidas por todo el salón y en las habitaciones y al haber tanta luz y tanta calidez crecen como si estuvieran dentro de un invernadero tropical.
 
Sobre el aparador de madera de wengé y sobre una rinconera rústica adquirida en la sierra de Madrid hay recuerdos de viajes a lugares exóticos: un gong negro con incrustaciones de nácar de Nepal; una pareja de madera tallada, de Senegal; una caja de piedra negra y blanca de Thailandia, un cenicero pintado de azul y verde lleno de conchas variadas, un pisapapeles en forma de sandía de México, un pajarito de madera tallada en azul y crema, con un largo pico comprado en el mercadillo de Covent Garden en Londres, un león gris de cerámica regalo de un amigo, de Túnez.

Pero sobre todo y con mucho, hay gatos.

Gatos de todos los tipos y clases.  Gatos asustados, gatos erizados, gatos durmiendo, gatos rojos, gatos malva, gatos naranja, gatos siameses, gatos atigrados, gatos panza arriba, gatos de porcelana, gatos de metal, gatos de madera, gatos grandes, gatos diminutos, gatos de tela, gatos, gatos y más gatos.

Los gatos llenan la casa de Klara, hay gatos hasta en la bañera, en la lámpara de la habitación, en el jabón del lavamanos, en el anillo y los pendientes, en el fulard rojo, en el bolso negro.

De todos estos gatos solo uno es de carne y hueso, la pequeña Dixie, que merodea como una leona en la sabana africana.

Un partido de fútbol


Un partido de fútbol una tarde cualquiera de domingo. Los hombres se van, las mujeres se quedan. Los hombres si divierten yendo al fútbol en metro para no tener que buscar dónde aparcar, así es más fácil. Se ponen la bufanda, comprar pipas a la entrada y llevan el bocadillo envuelto en papel de plata. Un bocadillo de chorizo con queso. Las mujeres se quedan tranquilas, pensando en que el lavavajillas terminará el ciclo, después de haber recogido; a las mujeres no les apetece salir a la calle, hace frío, el día está lluvioso y acaba de comenzar la liga.  Quedan muchas tardes de domingo iguales. Con muchas horas para pensar, relajarse, meditar, leer o simplemente estar en el salón.  Los hombres gritan, se enfurecen cuando su equipo pierde una opción de gol o tras un regate pierden el balón. Comen su bocadillo a trompicones, en el intermedio, comentan con los vecinos de asiento las opciones, las mejores jugadas, los aciertos mientras se beben una cervecita fría. Las mujeres están calladas, esperando que suceda algo diferente o simplemente esperando que llegue el lunes para volver a empezar la semana: preparar desayunos, comidas y cenas, poner lavadoras, planchar ropa, limpiar el polvo, dar de comer a los hijos, ducharse, arreglarse, ir al trabajo, hacer la compra, quedar con alguna amiga a medio día para ir a ver las rebajas, comprar una colonia, ocuparse de llevar al perro al veterinario, ir al taller a reparar el coche, pagar las multas de tráfico, preparar el borrador de hacienda, comprar flores, llamar a los suegros, felicitar a su nuera por el cumpleaños, preparar una tarta, freír las croquetas, hacer un puré, asar un pollo, cambiar las sábanas, sacudir las alfombras, ir al tinte, ir a la reunión de padres, estar en la reunión de la Comunidad de vecinos para enterarse de cuándo van a arreglar las goteras del cuarto de baño, ir al gimnasio, ir pensando en reservar el hotel para las vacaciones de verano en Málaga que sino nos quedamos sin esa habitación familiar en el hotelito cercano a la playa que permite llevar mascotas, apuntarse a un curso de Aqua Gym, leer los blogs de las amigas, de las conocidas y de las que no conocemos de nada, comprar una tele nueva, cambiar las bombillas de casa, buscar una lámpara nueva para la habitación pequeña, ir a IKEA, buscar lanas para hacer un sueter y una bufanda, llamar a su madre, buscar una camisa blanca en el armario del marido, aprender inglés,…………………¿Hay alguna mujer que prefiera cambiar todo esto para poder ir un domingo cualquiera a un partido de fútbol?